El fabuloso Fred ofrecía un juego que ahora nos parece simple y que en ese tiempo fue todo un gran juego.
Como en un juego de memoria, los botones se iluminaban y sonaban en secuencia, aumentando en cada ocasión un sonido más, de modo que la dificultad consistía en memorizar la secuencia completa. Al perder, sonaba una espantosa chicharra que ponía en evidencia al desmemoriado.
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